En un mundo que cambia a gran velocidad, adoptar la agilidad en todas las áreas se convirtió en un imperativo para el negocio. Hace un año las organizaciones latinoamericanas comenzaban a percibir sus beneficios. Hoy, la agilidad comienza a ser parte de su ADN, lo que acelera la madurez de esta filosofía en la región de acuerdo con la conclusión del reciente estudio La agilidad en Latinoamérica, realizado por NTT DATA en alianza con MIT Technology Review.
Hace cinco años, cuando este mismo informe se realizó por primera vez en la región, la filosofía agile estaba restringida principalmente a las áreas vinculadas a la tecnología.
Si bien en la actualidad estos sectores continúan siendo los principales impulsores, con un 90% de los departamentos de IT adoptando esta forma de trabajo, vemos que se está convirtiendo en un modelo transversal en la estrategia de gestión de las organizaciones, logrando un interés mayor por parte de otros departamentos como Data & Analytics (48%), Innovación (44%), RRHH (32%) o Marketing (30%). Incluso, está permeando con más fuerza respecto de la edición anterior en áreas como Ventas y Servicio al Cliente (19%) o Finanzas (18%). En ambos casos, en 2021 la cifra de adopción había sido de 12%.
Las organizaciones disfrutan de beneficios que van desde mejorar la experiencia del cliente o generar un mayor engagement entre sus colaboradores, hasta una mayor rapidez en la entrega o un mejor alineamiento entre el negocio y la incorporación de nuevas tecnologías. Una empresa ágil es también más atractiva para captar nuevos talentos, una virtud muy significativa en épocas de escasez. La principal ventaja de ser ágiles es que la organización gana flexibilidad, resiliencia y capacidad de adaptarse a los cambios.
A pesar de los avances y beneficios, el camino continúa sembrado de desafíos. La cultura organizacional es una de las barreras principales y afecta al 72% de las empresas encuestadas. Con una proporción ligeramente menor, pero de todas formas muy relevante, se agregan otros obstáculos como resistencia al cambio, la existencia de procesos burocráticos e ineficientes o los silos entre áreas. El estilo de liderazgo es otra pieza clave: cuando no contempla la agilidad como una herramienta de adaptación al cambio, el avance se vuelve muy complicado.
De la táctica a la estrategia
Más allá de estas barreras, el salto cultural necesario para la adopción del nuevo mindset es urgente. En la región, la mayoría de las empresas ya se encuentra en un nivel de madurez que va de medio a alto, lo que implica que aquellas que aún no la hayan adoptado pueden poner en riesgo su propia supervivencia.
Las industrias altamente reguladas o con un número de clientes cautivo y reducido suelen ser las que más demoran en adoptar la agilidad. Aún así, vemos cómo la transformación comenzó a darse en segmentos como petróleo y gas, recursos naturales y hasta en entidades gubernamentales.
En una región que se caracteriza por la inmediatez, aparece otra barrera, tal vez la fundamental para el éxito en el proceso de transformación hacia modelos ágiles: los progresos reales se producen en el largo plazo y luego de aplicar estrategias que se sostienen en el tiempo. Muchas veces, las organizaciones de Latinoamérica tienden a cambiar la hoja de ruta cuando los resultados no aparecen de manera instantánea.
El panorama de cara al futuro es optimista: el mindset ágil se democratiza y es adoptado por todo tipo de roles y perfiles. Las empresas apuestan por explotar la agilidad para aprovechar su capacidad actual y aumentar su productividad, pues su adopción ha permitido alcanzar nuevos niveles de colaboración y cocreación.
La evolución de agile hacia agility ya está en marcha. En términos fonéticos parece apenas una sutileza, pero en la práctica implica transicionar de utilizar los principios y valores ágiles para resolver iniciativas puntuales a comenzar a tener una visión integral que abarque a toda la organización para responder rápidamente a los cambios exponenciales que se producen en el mercado.